jueves, 29 de junio de 2017

Descubrir un sentido insospechado





El Killing oneself o suicidio obedece en general a una depresión, y su causa remota puede ser en casos concretos una falta de sentido de la vida. Quiero decir con esto que en modo alguno se pueden atribuir todos los casos de suicidio al sentimiento de falta de sentido de la vida; pero yo estimo que el suicida no habría consumado su acto con sólo haber hallado un cierto sentido en su vida. Nuestras experiencias logoterapéuticas nos enseñan que el conocer que la vida tiene un sentido no posee sólo una relevancia terapéutica, sino también profiláctica. Pero a la hora de hablar de profilaxis del suicidio y de medidas preventivas, quisiera recordar lo que «el psicólogo del Consejo Escolar de Viena refiere acerca de un experimento realizado en Suiza: en un cantón de este país los medios de comunicación social se pusieron de acuerdo en no mencionar el suicidio durante un año; esto hizo que el suicidio descendiera al diez por ciento en aquel cantón» («Die Presse», 14-15, II, 1981, p. 5). Yo me pregunto qué profesional de los medios de comunicación social está dispuesto a asumir la responsabilidad del noventa por ciento de los suicidios que no se hubieran producido de no haber «aireado» el tema.

Pero dejemos la problemática de la prevención y abordemos las cuestiones de la intervención: ¿qué se puede hacer en concreto? Para contestar a esta pregunta, recurriré a dos tipos de experiencias: mi colaboración en el marco del centro para hastiados de la vida de Viena, fundado por Wilhelm Bórner y dirigido por él durante un decenio (hasta 1938) —prácticamente, el primer centro de esta naturaleza—, y los 4 años que pasé de joven médico en el gran hospital psiquiátrico de Viena al cuidado del pabellón que albergaba a los pacientes de intento de suicidio. A lo largo de los 4 años pasaron por mis manos alrededor de 12 000 «casos», y esto supone un cúmulo de experiencias. Y a ellas suelo recurrir cuando tengo ante mí a un paciente que ha intentado el suicidio. Pude constatar una y otra vez que incluso en situaciones sin aparente salida hay siempre al final una solución, una respuesta, un sentido, siquiera a largo plazo.

¿Quién me puede asegurar—pregunto yo— que no será ése mi caso y que un día no voy a descubrir un sentido insospechado? Un día; pero yo debo vivir ya ese día, debo prepararme para él y desde ahora soy responsable y no puedo desentenderme. 


VIKTOR E. FRANKL. EL HOMBRE DOLIENTE.

domingo, 25 de junio de 2017

El suicidio era la única alternativa, Alejandro Celis


La música rock me llevó al metal, el metal me mostró una puerta que conducía a un lado de la realidad que no conocía.



Mi deseo de vivir experiencias fuertes y metafísicas me llevó al ocultismo. Experiencias fuertes con las tinieblas, pactos, invocaciones… pero tristeza, mucha tristeza, soledad, depresión y vacíos muy grandes.

Al pasar el tiempo, entendiendo que no conocía forma humana para abandonar todo este tormento, pensé en el suicidio como la única opción para acabar con todo eso. Fue allí, en ese momento de agonía, profunda soledad y desesperación, que El Creador de todo lo que existe, Dios, intervino de una forma sobrenatural para detener el plan que había determinado para mí y mostrarme ahora su alternativa y su plan para conmigo.

Hoy, Soy feliz, libre, lleno de paz, agradecido con ese Dios poderoso y fiel. Me ha dado una hermosa esposa (Mónica) y una linda niña (Ana Sofía).

Amigo, amiga: No existe nada en este mundo donde puedas encontrar el verdadero sentido de tu vida sino sólo en Aquel que te creó: Dios.

Alejandro Celis

http://www.castillodeoracionymilagros.com/el-suicidio-era-la-unica-alternativa-alejandro-celis/

viernes, 23 de junio de 2017

miércoles, 21 de junio de 2017

No hay palabras para definir el amor




No hay palabras para definir el amor
ni manera de adivinarlo.
Es como el mudo que toma azúcar
y no puede describirnos su dulzura.

Kabir

lunes, 19 de junio de 2017

¿Es peligroso hablar de suicidio en psicoterapia? Por Fabián Maero -






Hace algunos años, una colega que trabajaba en un servicio público de salud mental me contó que estaban haciendo un relevamiento de datos sobre los pacientes, y que tuvieron una pequeña discusión cuando llegaron al punto de evaluar ideación suicida; algunos de los profesionales temían preguntar por miedo a “darle ideas” a los pacientes…
Después de machacarme un dedo con un martillo para distraerme de mi indignación, recordé que no se trata de un caso aislado, este es un temor frecuente en los profesionales. Entre un tercio y un cuarto de los profesionales de salud creen que preguntar sobre suicidio puede generar consecuencias negativas (Bajaj et al., 2008; Stoppe, Sandholzer, Huppertz, Duwe, & Staedt, 1999).

Un terapeuta que no pregunta directamente por ideación suicida, y confiar solo en indicadores indirectos corre el riesgo de pasarlo por alto
Es un temor infundado, pero que genera varios problemas. En primer lugar, genera problemas en la clínica; un terapeuta que no pregunta directamente por ideación suicida, y confiar solo en indicadores indirectos corre el riesgo de pasarlo por alto, o de estimar erróneamente la seriedad de la ideación. En segundo lugar, esto genera problemas en las investigaciones: antes de realizar una investigación debe ser aprobada por un comité de ética que decide si es segura para los participantes; si la investigación inquiere sobre ideación suicida, y los miembros del comité de ética creen que indagar sobre el tema puede aumentar ideación suicida, hay buenas chances de que la investigación no se realice.
Recientemente se publicó una revisión de la literatura sobre el tema (Dazzi, Gribble, Wessely, & Fear, 2014), en la cual se cubrieron varias investigaciones que, directa o indirectamente, analizaron el impacto de preguntar sobre ideación e intencionalidad suicida.
Los datos
Gould y colaboradores(2005), realizaron una investigación en la cual administraron una encuesta a 2342 estudiantes. La mitad recibió una encuesta sobre síntomas psicológicos y estado de ánimo que incluía evaluación sobre suicidio, la otra mitad recibió una encuesta que no la incluía; dos días después de la evaluación inicial administraron otra evaluación para observar si hubo cambios en el malestar y en la ideación suicida como resultado de la evaluación.
Los resultados fueron interesantes: no sólo en ningún caso aumentaron los reportes de ideación suicida ni de malestar como consecuencia de evaluar ideación suicida, sino que los estudiantes que en la primera evaluación manifestaron síntomas depresivos o intentos previos de suicidio mostraron una reducción del malestar e ideación suicida en la evaluación llevada a cabo dos días después.
La de Gould et al. es una investigación interesante, pero tiene la limitación de ser breve: el espacio entre la primera evaluación y la segunda es de dos días. No desesperen: Mathias y colaboradores (2012), realizaron una investigación en la cual realizaron evaluaciones cada 6 meses durante dos años. Los pacientes fueron 170 adolescentes que habían recibido tratamiento en una clínica. Los resultados fueron interesantes, porque encontraron una correlación entre la frecuencia de la evaluación y la ideación suicida… pero la relación fue que a mayor frecuencia de evaluación la evaluación suicida disminuyó.
Ahora bien, estos datos son de población general o de pacientes que tenían ideación suicida, no intentos de suicidio. Quizá en las personas que han intentado quitarse la vida la cosa sería distinta…no?
Resulta que no. En Francia, Vaiva y colaboradores (2006), evaluaron a 605 personas que habían llegado a los servicios de urgencia luego de haber intentos de suicidio por envenenamiento. Los participantes recibieron una evaluación telefónica sobre riesgo suicida luego de un mes o luego de tres meses, y se investigó el efecto que esta breve intervención tuvo luego de un año. Los participantes que recibieron la evaluación tres meses después del intento de suicidio no mostraron un incremento del riesgo comparados con los participantes que no recibieron esa evaluación, y de hecho, los participantes que recibieron la evaluación luego de un mes del intento tuvieron menos probabilidades de realizar un nuevo intento de suicidio durante el seguimiento de un año. La evaluación no se asoció en ningún caso a un aumento del riesgo de suicidio.
En resumen
Las investigaciones no sólo muestran que es seguro indagar riesgo suicida, sino que incluso puede ser beneficioso:
    “Los hallazgos de esta revisión sugieren que tanto en poblaciones de adolescentes como en adultos, reconocer y hablar sobre el suicidio puede de hecho reducir en lugar de aumentar la ideación suicida, con la sugerencia añadida de que repetir las indagaciones pueden beneficiar la salud mental a largo plazo. Los estudios en poblaciones que buscan tratamiento sugieren que preguntar sobre suicidio a personas que están o han tenido intentos suicidas puede llevar a mejoras en la salud mental.”
(Dazzi et al., 2014)

Para los terapeutas, podríamos resumirlo así: no sólo no aumenta el riesgo en ningún caso, sino que es una buena práctica incluir evaluaciones sobre riesgo suicida en las entrevistas iniciales y repetirlas periódicamente.